Sobre el destino…
Alguien me dijo -quizá lo leí en algún lado- que el señor que vende camotes es el Diablo. Al principio pensé “me quiere espantar” "es sólo fanfarronería"; después de razonarlo un poco más y de lo que a continuación se enuncia, llegué a la conclusión de que sí, en efecto, el señor que vende camotes y plátanos fritos con mermelada y chispas de chocolates es un ser de otro mundo, y más aún, es alguien poderoso. Un ente extraño que sabe mi nombre en las madrugadas, que susurra al oído de los niños cuál será su destino y que, a través de su horno, puedes llegar a otra dimensión.
Ayer, en la noche, sonó el estrepitoso ruido que hace la chimenea del carrito del señor de los camotes, salí corriendo, no por la obvia gula, sino por la curiosidad de comprobar lo escuchado -leído-; Su mirada era la de un hombre fatigado, sus respuestas no iban más allá de monosílabas. "¿qué le pongo a tus plátanos?" era lo más largo y pretensioso que podía decir.sin embargo, cuando el niño se estiró para recoger sus plátanos y pagarle al hombre, me acerqué por error, (confieso, que no fue error, sino intuición) oí lo que le decía al oído (mientras le ponía Leche condensada a mis plátanos) “ahí dentro verás cuál es tu destino”…el niño se asomó con cierta discreción, y, como por cosa maravillosa, sonrió al señor de los camotes… y se fue…
Por su puesto, no me quedaría con la duda. Así que me asomé… al principio, mi incredulidad y socarroneríá me decía que era mentira, pero con un poco de ingenuidad y perspicacia, pude ver un rostro, una sonrisa entre aceite, plátanos y camotes. Puede ver tu sonrisa, una clara y aperlada cenefa, que contrastaba con el color del aceite
Extrañado, le sonreí al señor, ahora de grandes barbas y con mirada apacible, le dije “gracias”. Pero, yo ya sabía que mi destino, no era otro, sino tu sonrisa. No necesitaba que un cuento para niños, me dijera esas cosas entre líneas.
Alguien me dijo -quizá lo leí en algún lado- que el señor que vende camotes es el Diablo. Al principio pensé “me quiere espantar” "es sólo fanfarronería"; después de razonarlo un poco más y de lo que a continuación se enuncia, llegué a la conclusión de que sí, en efecto, el señor que vende camotes y plátanos fritos con mermelada y chispas de chocolates es un ser de otro mundo, y más aún, es alguien poderoso. Un ente extraño que sabe mi nombre en las madrugadas, que susurra al oído de los niños cuál será su destino y que, a través de su horno, puedes llegar a otra dimensión.
Ayer, en la noche, sonó el estrepitoso ruido que hace la chimenea del carrito del señor de los camotes, salí corriendo, no por la obvia gula, sino por la curiosidad de comprobar lo escuchado -leído-; Su mirada era la de un hombre fatigado, sus respuestas no iban más allá de monosílabas. "¿qué le pongo a tus plátanos?" era lo más largo y pretensioso que podía decir.sin embargo, cuando el niño se estiró para recoger sus plátanos y pagarle al hombre, me acerqué por error, (confieso, que no fue error, sino intuición) oí lo que le decía al oído (mientras le ponía Leche condensada a mis plátanos) “ahí dentro verás cuál es tu destino”…el niño se asomó con cierta discreción, y, como por cosa maravillosa, sonrió al señor de los camotes… y se fue…
Por su puesto, no me quedaría con la duda. Así que me asomé… al principio, mi incredulidad y socarroneríá me decía que era mentira, pero con un poco de ingenuidad y perspicacia, pude ver un rostro, una sonrisa entre aceite, plátanos y camotes. Puede ver tu sonrisa, una clara y aperlada cenefa, que contrastaba con el color del aceite
Extrañado, le sonreí al señor, ahora de grandes barbas y con mirada apacible, le dije “gracias”. Pero, yo ya sabía que mi destino, no era otro, sino tu sonrisa. No necesitaba que un cuento para niños, me dijera esas cosas entre líneas.
