lunes, 8 de febrero de 2010

La vitta nuova

Han pasado tres semanas desde que decidí (o al menos eso pensé) qué debía escribir en esta entrada. Estaba indeciso: ¿escribir sobre Javier Cercas y sus dos novelas magníficas acerca de Urbana? ¿Marías sería una buena opción? Hablar acerca de Todas las almas y de la "plasticidad". Quizá escribir acerca de mi tesis, de sus alcances, de sus desventajas. Escribir, se me ocurre, de los problemas teóricos que se presenta el análisis de Elsinore.

Empecé las tres propuestas:

1

Hace seis meses vino a la ciudad un gran amigo. No paseamos, no lo llevé a visitar ningún lugar interesante que no fueran las tristes cantinas que acostumbro. Le hablé de la soledad, me habló de la suya, me dijo que estaba bien, le dije que yo también (mentí). Me dijo que ella estaba bien, le dije que me daba gusto (no mentí). Anduvimos en metro muchas veces, en una de ellas, la más larga, el tema de mi tesis no pudo detenerse en mi mochila y salió, salió como una lágrima. Saqué un libro que había pedido a España (hubo un tiempo en el que podía tales ridiculeces). Saqué El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción. Le platiqué lo que tramo con la tesis, mis posibles alcances y el puño de debilidades. Le leí un fragmento de aquel libro, uno que cita una novela de Cercas (La velocidad de la luz). Me preguntó si ya había leído esa novela, le dije que no, y no reparó en contarme la historia, sin detalles, pero completa. Me contó el final, me dijo "acaba así". Y de pronto, como si una ráfaga de suspicacia arrebatara mi atención, imaginé la escena, el lugar. Pasaron dos días y la compré. Pasó una semana y la terminé de leer. Sin lugar a dudas, esa novela no sólo amplió mi horizonte, levantó mis ánimos para continuar la tesis.

No es mi intención escribir una glosa, apología ni reseña de la novela. Pero sí debo decir que es, creo yo, una manifestación clara de lo que debe ser la nueva novela. Aunque, para poder hablar de la segunda novela, es necesario aclarar que la trama de La velocidad… en realidad (en autoficción) es la historia de su primera novela, de cómo Javier escribió (con fortuna y no) El inquilino.

Un amigo se aventó a la

fil
, me preguntó si quería algo, le dije que sí (no mentí), le dije que había una novela de Cercas. No recordaba el nombre ni la editorial, sin embargo, gracias a que tenemos un amigo en la distribuidora Colofón, le pedí que me trajera lo que encontrara de Cercas en el stand de esos megapillos. El lunes por la mañana estaba sobre mi escritorio El inquilino, pregunté el precio, me lo dijo, le creí, le pagué (no en el momento pero sí). La leí en una tarde (es corta, 138 pp.), no pude detenerme, esperaba leer lo que La velocidad… me sugirió. Como si de una lectura detectivesca se tratara, busque descifrar todas las pistas que la novela anterior me había dejado. Ataba cabos, desataba otros. Mi impuntual indiferencia a lo demás era brusca, la novela tenía toda mi atención. La terminé y decidí no hablar del tema nunca (miento).

2

Todas las almas es la única novela de Marías que me atrevo a asegurar que he leído. Mi hermano me la regaló en navidad, a cambio de una novela Celoriana de mediocre manufactura (como todo lo que hace). Comencé a leerla el 26 de diciembre, tardé casi tres semanas en terminarla. El inicio es sencillamente el mejor epígrafe que pude encontrar para el tercer capítulo de mi tesis. El "yo" que inunda todos los niveles de la enunciación, la plasticidad como síntoma de un narrador que se moldea, se acomoda en el ataúd, toma su forma. Los temas sobres los warrens de Oxford; de los dones y sus filias, y de cómo la lectura se transforma en un trastorno de la personalidad. La búsqueda de un libro es la búsqueda de una mujer, una mujer de vapor, que de tan caliente se desvanecía en el aire.

3

El corpus completo de la obra de Salvador Elizondo es vasto. Elizondo, como un escritor ilustrado, o emulando a las figuras más importantes y prolíferas de la literatura mexicana, escribió y conjuró variados géneros y subgéneros literarios: cuento, novela, poesía, ejercicio narrativo, que en el devaneo de sus argumentos, oscilan entre el ensayo y la ficción; teatro, ensayo, nota periodística, crónica, autobiografía, novela autobiográfica y los recién publicados diarios personales. Su autobiografía se publicó en 1966, bajo las órdenes y la mano editorial de Rafael Giménez Siles, en el proyecto Nuevos escritores presentados por sí mismos. Esta colección levantó grandes expectativas, ya que los autores que escribirían su autobiografía no revesaban los 35 años: Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Juan Vicente Melo, entre otros. Las obras estarían prologadas por Emanuel Carballo, reconocido crítico mexicano que se ha encargado de hacer antologías (algunas paradigmáticas) de escritores mexicanos. En el prólogo a la primera edición, de Salvador Elizondo, de Salvador Elizondo, Carballo asegura que él será uno de los escritores mexicanos más controvertidos, ya que la inteligencia del autor de El retrato de Zoe y otras mentiras, sobrepasa las características naturales de los escritores mexicanos.

Huberto Batis advierte que Elizondo hizo "una disección a lo Farabeuf, limpia, incruenta, gozosa". Se lee en Batis una propuesta de lectura, es decir, Batis lee en la autobiografía la misma pulcritud e ingenio que Elizondo esforzó en su primera novela. No le interesa el trasunto del texto, la veracidad y corrección política. Sin embargo, Batis continúa: "una tremenda impresión que llega hasta el terror y la náusea asalta al lector en este viaje al fondo de la cloaca que son los 34 años de vida de Salvador". En este segundo fragmento, Batis declara que la veracidad del texto de Elizondo no debe ponerse en tela de juicio, ya que asegura que este texto refleja muy bien el estado y trayecto de la vida del autor de El Hipogeo secreto. Estos dos fragmentos del texto de Batis se publicaron en el mismo año en que aparece
el texto de Elizondo. Bajo esta misma directriz se podrían erigir críticas e interpretaciones de la obra, sin embargo, como el propio Elizondo lo confiesa: "el género autobiográfico sólo es exacto y sincero en la medida en que el lenguaje le permita serlo". Elizondo se destapa, asegurando que el lenguaje será el único condicionante de la verdad, de la veracidad, dejando sólo, para el lector, la verosimilitud. Por su parte, Christopher Domínguez Michael, asegura que "la relación [del texto] con la vida de Salvador Elizondo es secundaria, es una de las piezas más hondas de la literatura contemporánea en nuestra lengua" Domínguez Michael asegura, entonces, que el pacto que Elizondo hace con su lector, no es autobiográfico, sino "suicida, que sólo algunos creadores logran establecer con sus víctimas.

Elsinore se publica en 1988, bajo la expectativa de casi 20 años sin publicar una novela. Alfonso D'Aquino, a unos meses de publicada la novela, afirma que Elsinore, del mismo modo que toda la producción de Salvador Elizondo, es un "aparato mental", "un artefacto" además asegura que la categoría que Elizondo otorga a su texto: cuaderno, no responde a otra necesidad que no sea la de justificar, según D'Aquino, que Elsinore es una narración "imprevista e inconsciente, si bien literariamente premeditada". El crítico asegura que el texto de Elizondo pacta con lector un trato de significación, en el de ningún modo deben esperar una pieza de pulcritud literaria, ya que hablará de sí mismo, de su historia personal. Sin embargo, líneas más abajo, D'Aquino afirma que Elsinore, sin embargo, "es además 'un sueño por escrito' es otro de esos ejercicios de escritura pura (o bien, de escritura 'a la segunda potencia', doblada, plegada sobre sí misma) que S. Elizondo suele emprender o proyectar". Parece que el crítico resuelve un ejercicio de conciencia y de reflexión en la proyección de su texto, o, simplemente, da dos opciones de lectura para Elsinore. Una lectura comprometida con su lector y con la confesión de su vida, y otra donde, como en el grueso de su producción, es un ejercicio narrativo que proviene de una conciencia de escritura, un ejercicio más de la grafostática elizondina, en palabras de D'Aquino "escritura a la segunda potencia, doblada, plegada sobre sí misma. (Texto extraído del proyecto presentado en la coordinación. Lo sé, qué huevón, pero ni modo, sí me dio hueva escribir algo nuevo.)

Pero no, esta entrada es sobre la vida nueva, sobre las cosas que están y que no pienso dejar ir. Aunque el sino de mis últimos días sea cruel como el que más, he decido enfrentarlo, no cederle el paso.

La gente entra y sale de mi vida como la marea, siempre vuelve. He descubierto que tengo más amigos de los que imaginaba, que la crueldad a la que según yo estaba consignado es sólo una artimaña de Él para hacerme más fuerte, un truco publicitario de falsas respuesta. Estoy seguro que la vida, de ahora en adelante, será justa en su trato. Quiero desechar los viejos zapatos y ponerme los nuevos, esos que acabo de estrenar pero que aún no me quedan bien, el tiempo se encargará (espero) de moldearlos a mi medida. Si no se moldean, no me quedará de otra: aventarlos y comprar otros.

Decidí, léanlo bien, que nadie más me hará volar a la deriva, procuraré no dejar a la deriva a nadie, como sé que lo he hecho. He decido concentrarme en lo que he ganado y olvidar, por fin lo perdido. "Puse precio a mi libertad, y nadie quiso pagarlo, te cambio tu corazón por el mío, para mirarlo y mirarlo" dice Calamaro. Nunca una canción de ese cretino me había dejado tan calado un verso. Pero creo que ése queda oportuno con el tono de esta entrada, una entrada de despedida.

Adiós a lo anodino de mi condición, adiós al folclore barato que me envolvió por trabajar en una editorial. Adiós a los aviones que siempre se van sin despedirse. Adiós al manicomio de mi cama. Adiós a perseguir el éxito. Adiós a la carrera sin freno por los oropeles. Adiós a la melancolía de los brindis.


 

Vida nueva, y tierra nueva, ojos nuevos. Ojos de papel volando…a todos diles que sí, pero no les digas cuándo.