Algunas cosas, si bien me decía mi madre, no pasan porque no es su momento. Pero me pregunto si mi madre, en toda la sabiduría que sus años le dan, puede aconsejarme sobre ella. Sí, sobre ella. Algún día llegaré y le diré "mamá, algo ocurre en mi vida" y ella dirá "no mames". Ese será el consejo más útil del mundo; yo dejaré de mamar con eso, y me dedicaré a estudiar, lavarme los dientes, limpiar mi librero, coser mis pantalones y lo más divertido de todo, tenderé mi cama.
Eso haré, tenderé mi cama una y otra vez. Buscaré entre las sábanas sucias el consejo que ayude a no retroceder ni un paso, a no buscarte, a no llamarte, a entender que todo fue un juego, que me aposté y perdí. Ja. Suerte la mía que acaba por descender ante un malintencionado puñetazo en la mejilla. Por fin, a pesar de todo, somos amigos. Amigos que platican, que hablan por teléfono, que saben de sus soledades, pero que nunca podrán hacer nada para remediarlas.
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Ayer fue un buen día. El sol no insistía demasiado sobre mi cabeza y ella no había aprecido desde el fin de semana. Caminé por horas, me detenía en todas las tiendas fisgoneando los precios que tenían las etiquetas de color brillante, las de descuento. Lo mejor de caminar sin comprar nada es que puedes alardear en voz alta "está feo, con razón está en descuento". Seguí caminando hasta el metro y saqué el boleto de aniversario. Vi como el policía hiso una mueca a una señora que cargaba con dos bolsas negras llenas de ducles y chicharrones, mientras pasó con su tarjeta. La señora caminó junto a mí, quizá, diez pasos. Cayó, bueno, voló por las escaleras. Otra señora la levantó, no podía ni con su propio cuerpo, menos con otra señora más rolliza que ella. Pasé junta a ellas y fingí preocupación. Una niña me miró con inquicidora intención. Le sonreí y le extendí la última paleta que me quedaba en el saco. La tomó y le dijo a su mamá. Ella, como era lógico, trajo un policía. Me llevó a la calle.
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Por fin hablé con ella. Le dije que tuve un buen día. Ella sonrió. Le dije a mi madre que me sentía cansado y que dormiría toda la noche (eso decimos en la cena para que nuestros rencores no sean tan fuertes), le dije que no me pasara llamadas antes de las nueve de la mañana. Diez en punto. Sonó el estrenduoso timbre de un despertador lejos de mi cama. Lejos, tan lejos que parecía mensaje divino.Me levanté.
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Le llamé otra vez. Le dije que estaba enamorado, me dijo que no sabía qué hacer, le dije no digas nada, me dijo ya me harté, le dije por qué, me dijo no sé, le dije te quiero, me dijo nerver more. Colgué la bocina. Le volví a llamar, me dijo qué quieres, le dije a ti, me dijo no, le dije sí, me dijo colega, le dije no, me dijo sí, le dije por qué, me dijo porque sí, no dije nada.Suspiré, es como decir chale. Me dijo adiós, le dije espera, me dijo para qué, le dije ¿no me quieres?, me dijo no sé, le dije no te vayas, me dijo sí, le dije no me haces daño, me dijo sí, le dije no, le dije qué quieres, me dijo paz, le dije adios, me dijo has lo que quieras, le dije te quiero, me dijo nerver more. Le dije ¿no te importo?, me dijo sí, le dije entonces, me dijo vete, le dije por qué, me dijo por que no te quiero, le dije ¿segura?, me dijo sí, le dije no, me dijo sí, le dije por qué, me dijo no entiendes nada, le dije no explicas, me dijo me da hueva, le dije ja, me dijo no más, le dije perdón, me dijo perdóname tú, le dije no, le dije tú, me dijo tú, le dije vuelve, me dijo nerver more.
La llamaré mañana y le diré hola, le diré amiga, le diré cómo estás, le diré todo, incluso, le diré la verdad.
Eso haré, es lo mejor, a pesar de que mi madre diga que no mame. Ja.
Saldré a caminar, veré etiquetas de descuento. Quizá mañana sí compre algo.
Si compro algo, quizá suceda algo distinto, repetiré la hazaña, le volveré a pagar a las señoras, a la niña y a la madre, al policía. Cuando llegue le hablaré, me dirá te quiero, le diré yo también, me dirá ven, le diré ahí voy, me dirá no me dejes, le diré never more.