Sin pensar mi respuesta -habló el corazón, confieso-reparé en su mirada, casi obnubilada y le susurré que "no mamara". ¿abrazarla? ¿acariciar su rostro (otra vez, pero esta cuando ella estuviera conciente[ya se me salió!!!]) ? ¿dejar que hablará en la soledad de los solipsismos? Ninguna de las anteriores. Me quedé ahí hasta que una bocanada de "nada" invadiera el estrecha sacrílego que nos separaba, con más de una mirada acechando entre la gente, regresé al rincón, regresé al juguetero de donde siempre me saca. Ahí me quedé sentado con el asma de mis días, tan viejo, tan lejano.
Ella siguió bailando. Aún la miro. Mientras muevo todos mis dedos para escribir esto, con la exclusiva empresa de que ella me mire a mí.
El oso de felpa, el segundo.
JAR