martes, 23 de diciembre de 2008

Shhh






En sus más altas cumbres,
la poesía parece todo exterior,
cuanto más se retrae más pierde sentido





Escribo porque no tengo motivos para no hacerlo, pero tampoco tengo motivos para hacerlo. La maldita dicotomía extranjera sugerirá la insuficiencia del texto, del poema, de la novela, de una autobiografía innecesaria e incompleta. Si dejo de escribir cumpliría la profecía posmoderna de poblar como silencio, como nada. Si escribo sobre las tablas más finas, los papiros más pesados, las níveas más exactas, será inútil renombrar las cosas, resignificarlas a cada golpe de pluma. ¡Tanto tarda Babel en construirse de nuevo! El silencio es como la muerte, hipnotiza. Sin embargo, es la inescrutable fuerza que lo crea lo que también nos otorga la vida. Nos abre ese rumbo infatigable, impensable, forjado por delirantes corceles. El tajo septentrional que nos arroja la delta del vacío.

Rimbaund calló temprano, bajó de su afable Barco ebrio para no subir jamás. ¿virtud o pecado? La desaparición, casi espontánea, de publicaciones no significa, remotamente, la pérdida de esa necesidad, de ese, como decía Poe, “pueril desbordamiento de versos”. La palabra como precisión: sine qua non del verso.

Rimbaund no era un hombre civilizado. No inventó una filosofía que justificara el aberrante progreso del melancólico París decimonónico. Aceptó, con la cabalidad de un borracho, su decrepitud espiritual a los 17 años. Fue un poeta salvaje, obligado a la bravura de sus instintos, aristócrata melancólico, adicto a los enervantes y al ajenjo, fiel a la genealogía de sus vicios, hombre que, si no fuera por sus retruecos poéticos, la bendición de su silencio hubiera sido completa.


¿Qué decir? ¿Cómo decir?

El lenguaje, según Huidobro, es “la masa poética”, el material, dirían los desafortunados formalistas. ¿Qué tanto tiene de cierto aquello de que el lenguaje es exclusivo de la comunicación y que es inútil para la poesía? El lenguaje de los caprichosos infrarrealistas (así, en minúscula) no debe ser usado para la poesía. ¡Qué razón tenía Ionesco! Tanto hemos escudriñado el lenguaje y sus significados y significantes, tanto hemos ejercido lo automático de su forma... Hemos, con mala intención, aberrado la razón primera, consignada ésta por Jehová en Babel. Nos hemos acostumbrado al neologismo bastardo, a la vendimia entre idiomas, a la falsa resignificación y adaptación. El desuso no es un mal oncológico que debemos extirpar; es, quizá, la parte saludable de nuestro sistema, que hemos decido satanizar.

Rescatar la situación es tarea de los incautos y de los falsos profetas. El vacío es la forma más exacta de infinito. El infinito de Alquié: “el tiempo que aprehenda todos los tiempos”. Sin embargo y con él, lo eterno y lo infinito son creaciones que describen y significan, exclusivamente, dentro de sí. Lenguajes únicos que se forjan dentro de sí mismos. El infinito es un espacio donde discurre y ocurre lo eterno. La representación gráfica de un sistema de ecuaciones diferencial, es un trazo apenas asible para la velocidad de la vista. Es un zarpazo que deja una estela en una densidad de aire calculada. Esta ecuación no se lograría en un vacío ya que la ráfaga debe romper las barreras del polvo. ¿El vacío es la utopía matemática? ¿Cómo calcular el vacío? El vacío es como cualquiera forma, las ecuaciones que deducen en su forma son infinitas, sin embargo la fragilidad de esa línea infinita se descompone. El silencio y el vacío no son una ausencia, son un exceso. El infinito es algo que ocurre en el silencio, en el exceso.