viernes, 27 de febrero de 2009

Capricho XII. Distancia

No puedo prometer
[que te trataré como una reina
porque lo haría, mujer,
por unos meses.

De marzo a octubre
de 6-9
en las noches
cuando todos los gatos sean menos.

Después mujer, lo juro, serás como las otras.
Serás el nido golondrino
al que vuelvo después de emigrar
[a lechos más pacientes

Tendrás un boleto de exclusividad
para recostarte entre mis soledades
para batir tus noches entre mi recuerdo
y la nívea ternura de tus dedos
abandonados a su suerte, a la más miserable.

Serás mi mujer, si tú quieres, cuando cierre
todas las puertas que me estás abriendo

Por eso, mujer, no te prometo nada.


¿Te importaría volar desde tu dicha de porcelana?
¿Vendrías a pesar de ti misma?

Seré para ti si me amas aún sin mí

Me amaras sin mí
con paciencia prehistórica
Te sentarás a ver los juicios de la razón
discutir en tus narices.
Te resignarás a esta cárcel de piel
que me tortura.
Serás la siempre abnegada amante
que está condenada a amarme mientras tiendo mi mirada
en el infinito.

¿Me amarás en la distancia anquilosada por el buen gusto?

Amarás todo lo que toque
todo lo que tenga entre las manos
amarás el pie del que te conquista
amarás la llama que se inflama entre nosotros
amarás el miedo de perderme
amarás la arrogancia de no quererte
amarás ese silencio con el que te pago tus "te amo"
amarás el polvo que cubre tus cartas en los rincones
amarás la melodía de tus puños en mi pecho
amarás tus lágrimas rodando en un papel de despedida
amarás que demoren las ganas de tenerte
amarás que no te ame


Sin embargo

No amarás que te escriba todos los días
que te piense
que te sueñe
que te abrace
amarás que me despida del mismo modo en que tú me dijiste
Adiós, no vuelvas nunca

lunes, 2 de febrero de 2009

Sin nombre

Los ayeres dejaron su curso y se volvieron hoy, mañana. El paso marcado por una percusión no encontraba destino…no había tiempo, no había nombres. No había ausencia. El paso de esfera lo descubrió del polvo. Lo dejó en mi mesa, sobre mi cadáver, sobre mi occiso. Ahí se quedó, dando muerte a cada palabra que tocaba, a cada sílaba que osaba tocar con sus dedos. Nunca lo he mirado a los ojos, siempre los excito a ciegas, con la punta de mi lengua. Ayer lo vi. Con todo. Lo toqué—por fin—hasta el fondo, y se lo puse al árbol y se llamó concreto y, se lo puse al gato y se llamó mentiroso, y se le puse al destino y se llamó infinito, y se lo puse a ella y se llamó imprescindible, y se lo puse al cuento y se llamó corto.