martes, 14 de agosto de 2007

Desde aquí.




La espalda se desnudó justo antes de la media noche. Se puso bocabajo y el frío que recorría cada piedra subía sobre sus poros. Se detuvo ahí. Desde donde me habló. La manecilla morbosa se detuvo también, y vigilaba, y decía, y vigilaba y hacía, y me decía que no pasaré, que me quedaré ahí como un delincuente de estrellas con un poco de sudor en la espalda.

Me levanté, salí a buscar un pinar seco que sirviera de consuelo. Nada. Un pedazo de nada esperaba en la herida del aire. Nuestra creación, nuestro universo estampado en las mejillas de algún surcador. Debo ir, decirle que no. Seguro mañana será igual. Me levantaré con la espalda desnuda. ¿Hasta cuándo? Cuándo le diré a este zumbido tormentoso que mi sangre es de agraz morboso. ¿Cuándo? Un mes no es suficiente.
Una gota y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra. Casi está lleno. Ni una más. El rumor se filtra en la ventana abierta. y el silencio se hace estrépito. Esta vez no. No diré su nombre, no la mencionaré. Esta noche no. Está prohibido. No diré "ella". Esta noche no habrá ella. Será mi sudor y las gotas que caen en la herida del aire. Ella no. Será el frío y no la tibieza de sus manos. Será el dolor y no la rabia. Vencer el cansancio y recordar la altura del precipicio desde donde me arrojó.
Media noche. El sepulcro se vistió de crisantemos. La espalda se desnudó, otra vez, a la expectativa de los ojos trashumantes. De las manos frías que rozan. Pero no son sus manos. No. Esta vez no, por favor.
No quiero voltear. Y verla ahí. Sentada junto al cuadro de Klee que pintó el viejo. No quiero verla ahí, frente a mí. Frente a la exposición suicida de mi piel en la intemperie de la noche.
Esta noche, desde abajo.
Cuando me canse de escribir, seguramente, aparecerá como un gorrión que desciende con hojas de olivo a secar mi espalda.
Esta noche desde aquí, sé que no es ella. Ella se fue con el insistente zumbido que nuca probó mi sangre. Ella está allá arriba. Lejos, vestida de estrofa triunfal. yo acá abajo, vestido de piel de nadie. Desde aquí.

Terminé de sacudirme el sudor, me levanté de la cama como todas las noches, tome el lápiz y comencé a retratar el sueño. Mi madre entró y vació su bolsa frente a mí. El hombre de madera entró y mojó sus mejillas. Sonido y furia, ladridos de perros azotando la curvatura de la puerta. No pude moverme. Me quedé sentado observando, como anoche, desde aquí.

5 comentarios:

ella la que escribe... dijo...

pasará el tiempo, el sudor y los sueños, o pesadillas, se repetirán una y otra vez, ella aún cuando sé vuelva transparente siempre regresará será tú confidente y tú amiga...
el odio, los rencores, la soledad, la noche, la desesperación sólo nos hacen presas y nos atan... piensa deja fluir el sentimiento, crea, pero nunca te olvides que una palabra de alivio al amanecer es más gratificante que una gota de sudor por la espalda..
tenebrosa entrada, tenebrosa experiencia, y aún así el corazón y ella sigue inmaculados en un lecho de rosas... eso habla de la cordura, de la sensatez...
(miedo, dolor, amor y sudor, buena mezcla... extraña entrada)

Cicuta drinker dijo...

Extraña? No entiendo.no es tenebrosa, es un canto a la vida.

Pesadilla dijo...

Una sombra recorría la habitación, andaba de una esquina a otra en absoluto silencio, mientras, él dormía.

El extraño sin rostro, andandte, se dedicaba a fotografiar lo que el cuerpo recostado soñaba.

Un fotografo de sueños llegaría cada noche, a partir de esa noche, a mantener un archivo de ideas, lanzarlas a un pozo y después tirar una moneda, para que se combine y salga un deseo.

El cuerpo, despojado de los sueños, sudará frío cada noche, se levantara ojeroso, pálido, con la espalda desnuda, pero feliz, le hará bien saberse lleno de voluntad para levantarse a cada mañan, sin sueños y juntar nuevos, aunque aquel ladrón venga a llevárselos por la noche...

El monstruo, sentado en la barra bebiendo, sólo alcanza a observar de reojo a los clientes habituales y al dueño, pero de pronto su mirada se posa en ella, sentada, sonriente, y en esa mueca tan extravagante para una meujer así, le parece reconocer la silueta de quien irrumpe las habitaciones por las noches, ella sólo puede sonreír y guiñar un ojo al intuir que el monstruo la conoce, más de lo que cree; de cualquier forma no hay necesidad de informar al dueño, él lo sabe y no le interesa, al contrario, le regala la cuenta cada día.

Cicuta drinker dijo...

La noche y su cúmulo de sibaritas andan por las otredad del espejo. Fotos. N lo creo, la fotografía tiene el poder de eternizar, él no quiere ser eterno.
su piel es suya, de nadie más, nadie puede ternal, amenos que baje hasta las profundidades del inconmesurable y oscuro pozo. Que nadie claudique. Esta vez no.

Golosos catadores, buscan sus gotas de alcohol y de acóbar en lugares equivocados, piensan y se revuelven sabiendo que la verdad es una acto de sinceridad amorfa.
Ella entró al bar, como cada noche, el cantinero sonrió le srivió medio vaso al de la luz en la cara.Volvió a sonreir.

-dame el vaso completo
-no
-ok

Ella se sentó con él, el cantinero brindó. y el de la luz y el poema en la bolsa, secó el sudor de su frente.

Cicuta drinker dijo...

Escalepelo, bisturí, navaja, cuchillo, cutter, tijeras, vidrio roto...etc.